El solo hecho de vivir, es un derecho natural automático, inherente a
cada ser, sea animal, vegetal, etc. Existente sobre la faz de la tierra que no lo
da la razón humana, sino que proviene de la sabia providencia de la
naturaleza desde el mismo instante de su
concepción. Y es ella quien ejerce el máximo derecho, la potestad absoluta
sobre sus habitantes. El ser humano, en relación al derecho de existir, solo
exige ese derecho preconcebido por la sencilla razón de su existencia natural,
mas no es el dueño absoluto de su vida. Su cuerpo, sencillamente es la
herramienta, una casa prestada donde habita la verdadera esencia del ser, la
cual debe ser respetada y valorada, mientras dura la programación inseparable
de su reloj biológico de acuerdo a su conformación orgánica y funcional, o su
propósito existencial para lo cual está en este mundo; así sea solo el de
servir de canal de paso de un conocimiento en evolución, de una especie, de una
raza, de un compuesto, etc. O de ser sustento como ocurre con los pastos, la
sabana, el de servir de comida para los herbívoros, que dependen de ella para
existir (Yela, blog: kennethharrisonyelam.blogspot.com. 2014).
jueves, 27 de marzo de 2014
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